martes, 15 de marzo de 2016

No Man's Fort

Porthsmouth, Reino Unido
https://solentforts.com/no-mans-fort/

Abierto en abril de 2015, el No Man’s Fort es, sin la menor duda, un hotel singular.

En la década de 1860, con la amenaza de un ataque francés sobre la costa meridional de Inglaterra, se construyeron cuatro fuertes defensivos
alrededor de la base naval de Portsmouth. Son unos fuertes descomunales y recios, que surgen amenazadores de las aguas del Solent como si fueran guaridas de los malos de James Bond.

Estos fuertes blindados negros han vivido una
historia en la que les ha pasado de casi todo: donde los soldados hicieron una vez prácticas con pistolas, ahora hay habitaciones de lujo, y los terribles puesto de vigía de entonces son ahora los rincones más valorados para sentarse a ver las vistas con un gin tonic
en mano.

Estos fuertes históricos – que también son conocidos como “las bobadas de Palmerston”, el primer ministro que encargó su construcción por miedo a las invasiones napoleónicas – son posiblemente algunos de los hoteles
más estrafalarios de toda Gran Bretaña y, con menos de un año desde su apertura, ya se han hecho una gran fama y unas listas de espera importantes.

El No Man’s Fort abrió sus puertas en abril de 2015 con 22 habitaciones de lujo, un helipuerto,
dos jacuzzis en la azotea, un spa y un césped para jugar al golf – con unas pelotas biodegradables especiales, y siempre y cuando el capitán del puerto lo permita (pues, al fin y al cabo, el hotel se encuentra en una ruta marítima muy transitada).

El No Man’s Fort se alza ominoso sobre las aguas, un círculo perfecto lamido desde hace más de un siglo por el mar. Cuanto más se acerca uno más parece una guarida de villanos, pero el interior es un lujo asiático. Al entrar en el fuerte, uno se
encuentra con una recepción de temática náutica, en la que por fin se revela la elegancia del lugar. Desde las aguas, el No Man’s Fort puede parecer chapas negras de hierro y paredes de cemento, pero en el interior reinan los colores cremas, azules y los toques
náuticos. En los niveles superiores, las vigas de metal del techo son lo único que nos recuerda la historia del fuerte, pues todo lo demás sólo nos habla de lujo y comodidad.

El atrio central está cerrado con un techo de cristal a través del cual
entran los rayos del sol, y da acceso a la zona al aire libre que, en un buen día, es el lugar perfecto para otear el paisaje y tomar el sol. Las habitaciones de los huéspedes rodean el atrio central siguiendo la curva del fuerte, y ofrecen en todos los casos unas vistas
impresionantes sobre el mar. Al caminar por el fuerte, uno verá dónde cargaban las armas los soldados y dónde se guardaba la pólvora. Los objetos y baratijas que se encontraron durante las reformas se muestran en los pisos inferiores del fuerte, y dan una intensa sensación de museo. Sin
embargo, no hay muchos museos que le dejen a uno correr entre sus objetos de exposición jugando al Laser Quest – uno de los planes más sorprendentes de los ofrecidos por el No Man’s Fort.

El faro tiene dos suites
en la planta baja, y una serie de puntos de observación a varios niveles, culminando con una espectacular azotea de cristal, la joya de la corona del fuerte, que ofrece unas vistas panorámicas de 360º, nada mejor para acompañar una copa y una puesta de sol.
Además de este puesto de observación, en la azotea del faro hay dos jacuzzis, una hoguera, un helipuerto e incluso una sirena de niebla, que se puede sonar para saludar a los barcos que naveguen cerca.

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