sábado, 3 de septiembre de 2016

Palacio de Sal


Colchani - Uyuni - Bolivia

www.palaciodesal.com.bo/

El mar se elevó algunos miles de metros en lo que hoy es la cordillera de los Andes y dejó un rosario de grandes masas de agua en forma de lagos. Los que se secaron dieron lugar a salares y entre ellos el de Uyuni destacó por su enorme extensión y su
belleza salvaje.

La visita al salar de Uyuni es casi una obligación para quienes visitan Bolivia. Una obligación que compensa de sobra el esfuerzo de llegar a un lugar tan extremo.


El entorno en Uyuni roza a lo extraterrestre. Es duro, árido y los asentamientos humanos dan la impresión de ser pueblos de frontera: improvisados, precarios, más atentos a la necesidad de ofrecer alojamiento que al placer de crear un
espacio grato para vivir.

En Calama, al borde del salar, el hotel Palacio de Sal es un oasis de bienestar y es sobre todo una experiencia que permite al viajero sumergirse en el mundo de la sal, domesticado esta vez y convertido en
un aliado para el confort y el reposo.

La primera sensación es de sorpresa, porque quien se aloja en él descubre que, a pesar de la amplia dimensión de sus espacios, la altura de los techos, la anchura de unos pasillos
que son más bien salones, es cierto cuanto le han contado y que todo lo que rodea es sal. Sal en los pilares que sustentan el edificio, sal en los sillones que sirven de asiento, sal en los suelos que se combinan con el uso de la madera, sal en los
techos de las habitaciones en forma de cúpulas conformadas por grandes bloques de un blanco matizado por vetas de minerales atrapados en la sal.

Todo es sal y al mismo tiempo sutileza y una extraordinaria elegancia.
El blanco domina la escena y obliga a depurar los detalles, a dar sentido a la simplicidad de las líneas, a jugar con las luces y sombras, a aprovechar el contraste donde no hay más color que el que resulta de la presencia de algún
elemento decorativo, para crear vida y singularidad en un universo que podría ser de hielo.

El ambiente, tan estricto y medido, tan sin excesos, aunque tan inteligentemente combinado, podría
recordar un jardín japonés donde nada es redundante porque la armonía está en los matices y en la sabia concepción del conjunto. Un conjunto que incluye también el servicio y todos los 'servicios', que, por supuesto, son excelentes y que hacen del hotel un lugar excepcionalmente grato en la visita al salar más bello del mundo.

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